martes, 13 de julio de 2010

El mundial 2010 en diez palabras. Parte I

Fiascos. Y cuando hablamos de fiascos nos detenemos especialmente en tres; Italia, Francia e Inglaterra. El catenaccio no supo reinventarse para ser redituable. Del Piero, Cassano, Totti, Miccoli, jugadores de buen pie, similares a artistas, no tan serviles, por ende rebeldes, fueron ignorados por un Lippi que venía a revalidar una copa mundial como todo respaldo. No sirvió de nada esta vez. “murió en la suya” “con las botas puestas”. Francia hizo lo mismo, respaldó un DT al que casi ningún jugador quería. Pero era el proyecto serio de un ministerio de deportes eficiente y debía ser sostenido. A veces hacer las cosas con seriedad extrema tampoco es garantía de funcionamiento. Francia ganó un mundial (98), quedó afuera en primera fase al siguiente (02), llegó a la final (y fue el “campeón moral”) en el posterior (06), y volvió a quedar afuera en primera fase en éste. Bipolaridad, que le dicen. Inglaterra estaba entre los tres candidatos principales. Con una liga local que potencia a sus jugadores, por la competitividad que genera tener a los mejores jugadores del mundo militando en sus equipos (como en la liga española), con sus estrellas en un punto álgido de sus carreras, experimentados pero vitales, muchos campeones listos para una gran reivindicación…los inventores del fútbol no supieron inventar nada nuevo. Comandados por un DT italiano, millonario y otrora exitoso como Capello, quien recibió la nada despreciable suma de tres millones de dólares por intentar en vano de convertir un puñado de estrellas en un equipo. Creo que a Argentina le costó un poquitito más barato, pero con un resultado similar.

Música. Imposible pensar en África sin ritmo. El himno al fútbol y los mundiales, al menos para los argentinos, nostálgicos ellos, fue y será “un estate italiana”, cantado por Gianna Nannini y Edoardo Bennato. Las dos canciones de éste mundial le pisan los talones, y sin dudas “waka waka” representará eternamente al fútbol para los españoles, por ejemplo. Un estribillo plagiado, una letra imposible, una voz pegajosa y un remate contundente (“porque esto es África”, sentenciaba la colombiana) bastaron para armar el leit motiv de esta copa, que tuvo su mejor versión en el Orlando Stadium, un día antes del inicio de la copa en un show que nos llenaba de expectativas.

Un mes entero repitiéndose parece haber sido poco, y una melodía tan alegre hace un puñado de semanas hoy nos lleva a la melancolía (saudade) de saber que ya se terminó “la única justa de las batallas”. La otra canción, menos étnica, compuesta por un africano (K’Naan) y contaminada por un español (David Bisbal) tenía más de himno, un poco más emotiva y fue disminuyendo su rotación con el transcurrir del certamen. En las tribunas post-partido sonaba “Could you be loved” de Bob Marley y uno deseaba con más ganas estar ahí. Todo, obviamente, bien regado de otro elemento que parecía odioso y acabaremos extrañando; las vuvuzelas.

Destino. Y de eso se trata la crueldad de los mundiales. Un mal pique, un error arbitral, una salida a destiempo, los caprichos de jabulani pueden acabar un ciclo de cuatro años de trabajo, o bien mezclar la suerte de otros equipos. Siempre pienso en el error de Bravo, buen arquero chileno que salió del área a realizar un mal despeje, por el cual llegó el primer gol español, ése que rompe un partido que estaba para cualquiera de los dos. ¿qué hubiera sido del mundial si España salía segundo en su grupo, y debía enfrentarse a Brasil? ¿Y si Chile hubiese jugado contra Portugal? La gran copa de Uruguay, hubiese sido tal si Gyan pateaba su penal en el minuto 120 diez centímetros más abajo? Qué hubiese sido de Argentina si Otamendi no bajaba a Podolski a los dos minutos del primer tiempo? Vicisitudes mínimas como éstas, por efecto dominó, acaban generado debates del tipo “¿hay que refundar la selección? ¿debe jugar la base de un mismo club? ¿4-4-2 , 4-2-4 o 5-4-1? ¿debe irse Grondona?” Hay cuestiones que deberían ser consideradas, y los caprichos de una pelotita que va diez centímetros más allá o más acá son los que dan el veredicto; ésto se juzga, ésto no.

Marketing. Y es que el Márketing se relame ante la llegada de la máxima cita del fútbol, el deporte que todo el mundo practica, el deporte que más se consume. Se necesitan figuras que vendan, de acuerdo a la convocatoria que tengan, y basado en el club en el que jueguen. Entonces la máquina empieza a funcionar. Si sos apático, Nike te da carisma, si sos feo, Adidas te hace atractivo, si sos irregular, Puma hace creer a todos que te sobra personalidad. Si sos carismático, atractivo e irregular, te imponen como el máximo exponente del deporte aunque te quede inmenso el disfraz y te llames Cristiano Ronaldo. O Cesc Fabregas, el jugador más sobrevaluado que yo recuerde. Por suerte la redonda, que es la que da el veredicto, termina por unos meses con todos los cuentos que nos montan los vendedores de ilusiones. Esos que al final abarcan tanto, que siempre alguna de sus figuritas termina festejando, pero nadie previó. Por eso Forlán no filmó un comercial con Federer. Al menos hasta hoy.

Dignidad. La de los africanos, los que nunca volverán a recibir un mundial aunque ésta haya sido una buena copa, aunque se haya dudado de ellos hasta último momento, por pertenecer a lo más bajo del tercer mundo. Hacer negocios como un mundial en un terreno tan inestable como éste implica asumir demasiados riesgos. No obstante ellos seguían sonrientes, pese a no entender demasiado del deporte. Impusieron su cultura de tronar las vuvuzelas pese al fastidio de los aburridos europeos, propensos al silencio. Dignidad la de los sudamericanos, que salieron a jugar con lo mejor que tenían. Chile proponiendo esa ruleta rusa, el fútbol radical de atacar sin medias tintas, “porque ellos son once humanos como nosotros”. Pensamiento cargado de convicciones pero a la postre un poco naïve cuando los once humanos de enfrente son brasileños o españoles en estado de gracia. Los once humanos de éste lado son chilenos, con todo lo que eso implica. Distinto fue lo de Paraguay, que crecía de acuerdo al tamaño de su rival de turno. Así fue que aburrió frente a Nueva Zelanda y Japón, complicó a Italia y brilló ante España. Con un DT formado bajo las mismas convicciones que Bielsa, pero al parecer más flexible en la aplicación de estas ideas. Dignos los uruguayos, favorecidos por los cruces en octavos y cuartos, supieron canalizar esa fortuna y seguir aportando páginas a su historia épica, pese a aparecer en el mundial como relleno, según la óptica de los poderosos.

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