Un argentino perdido en Zona Sur.

Por un argentino de verdad.

Hola, soy argentino, pero salgo de mi país casi todas las semanas. Cuando sigo a mi equipo, Racing (que está a escasas cuadras saliendo de Argentina, pero con sede en mi país, en la provincia de Villa del Parque) tengo que viajar a otros países. El primer viaje de este año fue uno que hago siempre, hacer unas cuadras después de la frontera y entrar a la cancha de Racing. Podría considerarse Argentina porque muchos argentinos vamos ahí, y porque esta a unas cuadras. De ahora en más, las primeras quince cuadras de Avellaneda serán territorio argentino. La Boca está en tratativas para alejarse de Argentina.

Después viajé a Banfield, Zona Sur. Un país del cuarto mundo, que al menos tiene carteles con los nombres de las calles, pero aún así, un país que necesita mejorar. La gente maso, algunos podrían pasar como argentinos.

Viajé a Rosario, donde las costumbres son distintas, por completo. En los restaurantes sirven animales domésticos, como gatos, perros, o entrerrianos. En algunas esquinas tienen puestitos de panchos, con carne de gato. Y es común ver chicos bajando de hondazos a los gatos de los árboles y comerlos entre varios. En los kioscos venden como golosinas, “Orejita de Gato” y “Garra de Perro”. Algunos chicles son sabor Gato.

Rosario es una prueba de la decadencia humana, la gente está comiendo lo que puede en las calles, y odian a los argentinos por ser argentinos y ellos no.

Cuando viajé a Jujuy, no sé porque lo hice. Yo ya conocía parte de Bolivia, ¿Para qué habré viajado? Sólo para ver a Racing, creo. Fue lo mismo que verlo desde un bar en La Boca, eh. Es más caro, en realidad.

A La Plata fui en tren, representando a mi país. Los platenses sabían que era argentino, y me pedían autógrafos. Ser argentino es el equivalente a ser una celebridad.

Sarandí es un país pequeño, más chiquito que Uruguay, y más pobre, eso seguro. La gente de ese país no sabe construir o son vagos, no sé. Por eso hacen casas a la mitad. Las dejan sin techo, sin paredes, sin cemento.

Cuando fui a Lanús, fue ver lo peor de la raza humana. Muchas barrios privados, eso sí. Privados de luz, agua, teléfono, gas, etc.

Y pude ver cómo todos los paleontólogos del mundo son idiotas. Tienen especimenes vivos del Austrolopitecus en Lanús, pero siguen limpiando huesitos. Algunos lanusenses caminan erguidos, y hasta algunos son caucásicos. Entrar en este país es como entrar en Los Ángeles en los desmanes del 1992. Sólo que no son desmanes, es el día a día. No tienen aeropuerto, se comenta que una guerrilla lo destruyó hace años. La gente de este país no conoce el significado de trabajar, sólo el de robar. Apenas me bajé de mi auto, noté que me habían robado una rueda, ¡ANDANDO!

Algunas personas me miraban como si fuera algo de otro mundo, y lo era. Tenía pulgares opuestos. Luego se me acercó un grupo de forajidos, que querían desnudarme y entregarme como ofrenda a su Dios “Tero Di Carlo”, pero les regalé mi encendedor y quedaron perplejos. Me percaté que el idioma en todos los países que conocí nunca era el mismo. Ninguno hablaba argentino, todos tenían sus dialectos.

Me volví a mi país, mi querido país: República Federal Argentina. Al pasar la General Paz sentí como me volvía la alegría, cómo sentía que estaba entrando en mi casa. Agarré ruta Rivadavia, doblé en PaNazcaMericana y llegué a mi provincia, en Floresta.

Después de mis visitas por los países que están cerca de Argentina, comprendí que es fundamental cercar nuestro perímetro con una (o dos) muralla. En caso de que los chacales de los otros países decidan declararnos la guerra.

Soy porteño, envídienme.

PD: No pasa nada en el mundo del fútbol, por eso hay notas como estas.

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